miércoles, 26 de enero de 2011

Encuentro con... Mariona Riera

“Me ha gustado ver las botas que utilizáis para guardar el vino, son muy antiguas”


Mariona Riera
Vive en Lloret de Mar
Trabaja en Francia entre semana
Tiene 22 años

Cuando llegó la enóloga, me acerqué hacia ella y nos dimos dos besos, posteriormente nos dirigimos hacia la bodega y le dejé probar los vinos que yo había elaborado para mi trabajo de investigación. Después, entramos dentro de la casa de la viña de mis abuelos y nos tomamos un café con leche cada una. Estábamos en un salón pequeño con una luz tenue, también estaban mis tíos con unos amigos, pero no había casi ruido.
Del café salía humo, con lo cual las dos tardamos bastante en probarlo, ella se puso azúcar mientras yo abría mi carpeta y sacaba los folios y el lápiz. Seguidamente, me puse yo el azúcar.
No sabía cómo empezar, y supongo que ella notó mis nervios y me dijo “me ha gustado ver las botas que utilizáis para guardar el vino, son muy antiguas”. Yo sonreí y le dije que tenían muchos años y que mi abuelo era quien las reparaba cuando se picaban. A continuación, le pregunté qué problemas podían provocar las botas viejas en un sabor del vino, y ella me contestó que muchos, que las botas viejas podían dejar en el vino un gusto avinagrado o a pegamento y medio. Yo me puse a reír, y me dijo que era verdad que se llamaba así.
Le pregunté si se podía evitar de alguna manera y me dijo que lo mejor en estos casos era no utilizar botas viejas sino comprar botas de segunda mano ya que en las bodegas las utilizan muy poco y las venden a un precio muy bueno, o bien comprar bidones de acero inoxidable. Mientras ella hablaba, yo tomé el primer sorbo de café. La empezaba a notar cada vez más cómoda.
Todo eso me desordenó la entrevista un poco ya que ésas eran las últimas preguntas que quería plantearle, así que después de esto le pregunté cuántos años tenía; ella me contestó que veintidós. Yo me quedé atónita y le dije que parecía un poco mayor. Ella sonrió y me dijo que se lo solían decir.
Miró el café, lo removió y tomó otro sorbo, después le pregunté por los estudios que tenía. Me contestó que tenía un grado y que estaba haciendo la carrera de enología en Tarragona, pero que actualmente había dejado una temporada los estudios porque eran muy caros y quería aprovechar que había encontrado trabajo durante la vendimia, en Francia.
Se giró y me dijo que iba al coche a buscar un paquete de tabaco, que ahora venía. Rápidamente yo le dije que no se preocupase que yo tenía en el bolso, lo cogí y le di uno. Ni ella ni yo teníamos fuego y ella se levantó a pedir-le a mi tía el mechero. Antes de que se sentara le pregunté si el riego de la viña era beneficioso y ella me contestó que no. Entonces me empezó a contar que el riego de la viña en muchos lugares estaba prohibido, excepto si había sido un año muy seco.
Para terminar le pregunté adónde quería llegar dentro de unos años y me respondió que quería ser enóloga y que, en vez de tener que hacer lo que hace ahora, le gustaría decidir ella las pruebas que deban hacer los demás.
Le dije que necesitaba una última pregunta: ¿Cómo se podía saber la mejor variedad de cepas en cada lugar?
Antes de marcharse me contó que había un sistema muy utilizado en Francia que se llamaba “terroir” y que trata de describir el entorno vinícola.
Le di las gracias por su amabilidad por haber venido aunque sabía que estaba muy ajetreada. Nos dimos dos besos y se fue.

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