viernes, 28 de enero de 2011

Charla con... Marga Riera

"El arma más poderosa, el conocimiento"

Considerándose profesora, sin pretensiones de ser maestra de nada, Marga Riera no duda ni un momento qué responder cuando le preguntan por su trabajo. Un simple gesto, con una tímida sonrisa impulsa las palabras que vendrán a continuación: “No cambiaría mi trabajo por otro, ser profesora, y además de inglés, me encanta”. Una profesional que intenta ejercer su profesión con eficiencia, dedicación y profesionalidad. Así es Marga, una mujer de solo 35 años, a la cual no se le resiste una montaña de fotocopias, ejercicios, deberes… todo lo que haga falta para tener contentos a sus alumnos. “De hecho, me dicen que soy una motivada, pero mi cualidad más importante es el entusiasmo”, responde cuando le preguntan por sus aptitudes como profesora. Quitándose un pañuelo de tono rojizo, señala un banco del Paseo del Mar. “¿Nos sentamos?”. ¿Enseñar es aprender dos veces? “No, nunca es aprender dos veces”. ¿Y entonces? No es una mujer indecisa, y sin titubear añade: “Enseñar es no dejar nunca de aprender. El día que sienta que no puedo aprender nada más, mi trabajo no tendrá ningún sentido”. Desde jovencita se decantó por la filología inglesa, porque era la carrera que unía un idioma y, a la vez, el mundo de la enseñanza. La persona sin estudios se siente incompleta… “Tenemos la posibilidad de dar a nuestros alumnos el arma más poderosa, el conocimiento. No la podemos desaprovechar”. Una gran metáfora, contundente pero verdadera. Después de beber un pequeño sorbo de agua, reconoce que tiene predilección por algún libro… “¿Un libro? La sombra del viento de Zafón; ¿Un escritor? Óscar Wilde”. Son casi 12 años los que lleva trabajando en el colegio Santa María de Blanes, y no cambiaría por nada del mundo su lugar en este. Distante y seria dentro del aula, pero cercana y con una relación muy personalizada con sus alumnos fuera de esta, se describe esta profesional de la enseñanza. ¿Alguna anécdota? Con una expresión de asombro en su rostro y, sin saber cómo expresarse, se ilusiona cuando le hacen la pregunta: “¿Una? ¡Muchas! Cada día me pasa alguna cosa en el colegio que me recuerda que vale la pena continuar siendo profesora”. No solamente trabaja sus ocho horas, sino que también imparte clases particulares en una academia, donde prepara a los más grandes para pasar ciertas pruebas que son definitivas. Con un aspecto incansable y, con muchas ganas de dedicarse de pleno a sus alumnos, no deja de reír cuando recuerda su primer día de clase: “Fue horrible, estaba muy nerviosa y tenía mucha vergüenza”. ¿Y ahora?“Ahora… ¡No son ellos quienes me asustan a mí, sino yo la que los asusto, es mi trabajo!”, bromea levantándose del banco.

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