viernes, 28 de enero de 2011

Un café con... Maria Rosa Andrés

"La sonrisa, la mirada... de esa persona, lo vale todo"

María Rosa Andrés es una mujer satisfecha con su trabajo y se siente afortunada, ya que para ella es muy gratificante ayudar a otras personas, en este caso, personas con Alzheimer. "Yo siempre he dicho que es vocacional, verás… hago una faena que me gusta, y encima me pagan", añade.
Espera sentada en la estación de tren de Pineda, viste un largo abrigo verde y lleva gafas. Al verme, sonríe tímidamente, esperando una señal, un aviso. "¿Qué te parece si vamos a un bar muy cuco que conozco?", pregunta con amabilidad. Una mujer que pasa desapercibida entre la gente, pero que goza de gran sabiduría. Su voz, melódica y pausada incita a las preguntas. Trabaja como cuidadora desde hace 20 años. En este camino, ha ido aprendiendo a tratar con personas enfermas de Alzheimer. Contesta en segunda persona, intentando "enseñar" a ser una buena cuidadora, "les debes hablar con mucho cariño, pero como dicen: una de cal y otra de arena, es decir, ellos deben saber que tú eres importante y que mandas". De repente, se dirige al camarero: "Por favor, José, un cortado con leche natural". Conoce la enfermedad a la perfección, por eso cita los síntomas que ve reflejados en sus pacientes. Le encanta su trabajo, pero no desaprovecha sus momentos de intimidad, "tienes que saber desconectar, no te pueden dar pena, si lo hacen, no podrías trabajar en esto". Una mujer solidaria, amable, gentil, pero con un carácter fuerte y que hace frente a la muerte: "convivimos con la muerte, yo convivo con la muerte. A mí me da igual vestir a una persona que se acaba de morir que a una persona viva". Esto sorprende, y hace pensar: ¿No le da pena que una persona de su entorno muera?, "nunca debes extralimitarte, se ha muerto, y es así, no se puede hacer nada".
Al hablar, olvida el café ya frío que ha pedido. Para Maria Rosa, su trabajo es muy gratificante, tanto que no deja de contar anécdotas positivas, "lo más bonito es que te quieran y que veas su sonrisa cuando entras en casa. La sonrisa, la mirada… de esa persona, lo vale todo". Sonríe, sus ojos brillan, parece que vaya a llorar, "es muy bonito", añade.
De repente, acaba la entrevista, se da cuenta de que su taza de café sigue llena y de un sorbo se lo bebe. "Ya me contarás como te ha ido el trabajo". Se despide alegremente y se aleja caminando por una estrecha calle de Pineda.

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