viernes, 28 de enero de 2011

Almuerzo con... Román

"Intento que mi música sea única, sea tocada en un piano o en un violín"

Cuando veo a Román esperándome en el bar La Paloma, en el centro de Barcelona, no puedo evitar pensar que este hombre de cuarenta y tres años es único. Es un vagabundo y su aspecto lo demuestra: zapatos rotos, un gorro viejo, una chaqueta y un jersey que le viene grande. Aun así, tengo que decir que este aspecto lo hace más sensual, o eso dicen las mujeres. Él pide un café y dos tostadas para almorzar; yo no tengo hambre, con otro café estoy más que servido.

Su día a día es muy monótono. Cuando se levanta, siempre va a la misma parada de metro de Barcelona y allí toca el violín durante horas. “Pese a que muchos se quedan mirándome muchos minutos y sus caras reflejan muchos sentimientos distintos en tan poco tiempo, poca gente me da algo de dinero en el metro”, explica, mientras devora sus dos tostadas y se toma su café caliente. De forma espontánea añade: “Normalmente, las monedas que me dan me las gasto en vino, es todo lo que pide mi cuerpo”. Es difícil pensar que delante de mí tengo a una ex promesa de la música.
“Cuando era adolescente veía que todo el mundo me admiraba por mis dotes con la música, veía improbable acabar en la calle. Sin embargo, aquí estoy”, explica, mientras se mira el plato vacío. Pide otro café. Cuando Román tenía dieciocho años empezó a ser un talento en el mundo de la música. “Tocaba muy bien el piano”, dice con una voz melancólica. La fama no tardó en llegar. Con veintitrés ya hacía multitudinarios conciertos y cobraba mucho dinero. “A pesar de toda esta fama, el alcohol y las mujeres me mataron por dentro. Todo el mundo quiere ser amigo tuyo cuando ganas mucho dinero y eres famoso. En ese momento, vives en una gran mentira”. Entre risas, acepta que se le dan bien las mujeres. De hecho, la mirada picarona de la camarera está puesta en Román desde que entramos. Para él, esto no es atípico. “A las chicas les gusta mi aspecto de bohemio. Según parece, me hace interesante”, dice entre risas. Román es un tipo divertido.

Según explica, para él la música es algo innato. “Mi padre me enseñó todo lo que sé. La música suena en mis oídos y ya está” Supongo que será por eso que Román no tiene influencias. “Intento que mi música sea única, sea tocada en un piano o en un violín”.

No sabe lo que le deparará el futuro, él vive el día a día, el presente. Dice que prefiere vivir así: sin dinero, sin fama y sin chicas que se acuesten con él por sus éxitos. “Vivo en la calle y estoy orgulloso de ello. Las personas que me quieren, lo hacen por cómo soy, no por quién soy. Y eso es importante”, dice mientras se enciende un cigarrillo. Para él, la música es una aventura, cada día puede pasar algo inesperado, distinto. Por eso prefiere tocar en la calle. “Prefiero que me escuche gente de la calle que escucha con el verdadero corazón a cuatro ricachones, que escuchan con el poder del dinero” dice Román, un músico venido a menos que no deja indiferente. Así pues, se despide de mí con una cálida sonrisa, acariciándome las manos y yéndose hasta la parada de metro más cercana para tocar un poco de música.

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