
Como cada viernes a las 6 de la tarde, enciendo el motor del coche y me dirijo a Gerona para entrenar a jóquey. Pero esta vez es diferente, hoy me reuniré en su despacho con Miquel Umbert, la máxima autoridad en este deporte a quien podré realizar una entrevista. A las 7 y cuarto más o menos llego a Gerona y después de aparcar el coche voy hacia el pavellón donde trabaja Miquel. Me acerco al despacho y allí está, como habíamos pactado, sentado esperándome al otro lado de su escritorio. Está hablando por teléfono como siempre, seguramente negociando con algunos representantes para saciar su sed de nuevos fichajes y estrellas del deporte.
Es en este despacho, una habitación pobre para alguien tan importante como él, donde nace su magia. Rodeado de estanterías llenas de los trofeos que ha ido ganando a lo largo de su carrera, fotos de los equipos que ha dirigido, y ayudado simplemente por su teléfono y una libreta, Miquel Umbert prepara sus tácticas para los partidos, estudia al rival y dirige los entrenamientos. Es todo un profesional.
“En verdad es más complicado de lo que parece”, contesta a mi primera pregunta. A lo largo de la entrevista me cuenta cosas que nunca antes hubiese imaginado. Según él, solo te puedes dedicar a este deporte si de verdad lo amas.
No es como otros trabajos en los que haces tus horas y luego vas para casa, en este mundo debes pasar todo el tiempo del día pensando en nuevas jugadas, horarios de entrenamientos... “Incluso cuando duermo se me ocurren nuevas jugadas”, bromea el entrenador. Quizás puede parecer un comentario gracioso, pero en realidad es una fachada de humildad que se nota en su mirada. Este grandísimo profesional empezó jugando a jóquey cuando tenía 10 años. En aquel entonces no tenía nivel suficiente para entrar en un club, así que enseñó a sus amigos a patinar, y con ellos jugaba partidos amistosos. No sabía que acababa de empezar su carrera como entrenador. Una carrera que le acabaría llevando a dirigir a la selección española y ganando el mundial con ella. “Esta fue la etapa más feliz de mi vida, solamente éramos mis amigos, yo, y nuestros patines”. Al principio, no entendí esta afirmación, pero a medida que avanzaba la entrevista lo veía todo más claro. Ese periodo de tiempo, sin envidias ni “enchufados” donde cabía únicamente la diversión y la dedicación fue el momento más feliz para Umbert. A medida que fue creciendo y ganando experiencia, el Geieg (grup excursionista i esportiu gironí) lo fichó y unos años más tarde, ascendió al primer equipo. Estuvo 8 años jugando en el máximo nivel, hasta que llegó el momento de retirarse. “Fue duro, pero mereció la pena entrenar yo solo en casa, a parte de los entrenamientos oficiales, para tener el nivel suficiente para jugar en la división de honor”.
Desde aquel entonces se ha dedicado a criar a su hijo Israel que, como su padre, ama el jóquey y es ahora entrenador del primer equipo del Geieg, a llevar su negocio de fontanería y a cuidar de su familia. Eso sí, nunca apartado del jóquey. “Este deporte es mi vida y seguirá siendo mi vida siempre. El día que yo falte en este deporte se notará, Joan”. No sé si es cierto, pero verdaderamente el hoquei habrá perdido un amante indiscutible que ha dedicado toda su vida a él.
Terminada la entrevista me dirijo hacia la salida, dejando atrás ese despacho de magia que difícilmente verá nunca más un entrenador como Umbert. Sin embargo, éste levanta la mirada y me dice: “Joan gracias por la entrevista, me ha encantado poder hablar así contigo. Pero, ¿acaso crees que te puedes saltar el entrenamiento? Cámbiate que te espero en la pista”. Sin lugar a dudas, es el mejor.
Es en este despacho, una habitación pobre para alguien tan importante como él, donde nace su magia. Rodeado de estanterías llenas de los trofeos que ha ido ganando a lo largo de su carrera, fotos de los equipos que ha dirigido, y ayudado simplemente por su teléfono y una libreta, Miquel Umbert prepara sus tácticas para los partidos, estudia al rival y dirige los entrenamientos. Es todo un profesional.
“En verdad es más complicado de lo que parece”, contesta a mi primera pregunta. A lo largo de la entrevista me cuenta cosas que nunca antes hubiese imaginado. Según él, solo te puedes dedicar a este deporte si de verdad lo amas.
No es como otros trabajos en los que haces tus horas y luego vas para casa, en este mundo debes pasar todo el tiempo del día pensando en nuevas jugadas, horarios de entrenamientos... “Incluso cuando duermo se me ocurren nuevas jugadas”, bromea el entrenador. Quizás puede parecer un comentario gracioso, pero en realidad es una fachada de humildad que se nota en su mirada. Este grandísimo profesional empezó jugando a jóquey cuando tenía 10 años. En aquel entonces no tenía nivel suficiente para entrar en un club, así que enseñó a sus amigos a patinar, y con ellos jugaba partidos amistosos. No sabía que acababa de empezar su carrera como entrenador. Una carrera que le acabaría llevando a dirigir a la selección española y ganando el mundial con ella. “Esta fue la etapa más feliz de mi vida, solamente éramos mis amigos, yo, y nuestros patines”. Al principio, no entendí esta afirmación, pero a medida que avanzaba la entrevista lo veía todo más claro. Ese periodo de tiempo, sin envidias ni “enchufados” donde cabía únicamente la diversión y la dedicación fue el momento más feliz para Umbert. A medida que fue creciendo y ganando experiencia, el Geieg (grup excursionista i esportiu gironí) lo fichó y unos años más tarde, ascendió al primer equipo. Estuvo 8 años jugando en el máximo nivel, hasta que llegó el momento de retirarse. “Fue duro, pero mereció la pena entrenar yo solo en casa, a parte de los entrenamientos oficiales, para tener el nivel suficiente para jugar en la división de honor”.
Desde aquel entonces se ha dedicado a criar a su hijo Israel que, como su padre, ama el jóquey y es ahora entrenador del primer equipo del Geieg, a llevar su negocio de fontanería y a cuidar de su familia. Eso sí, nunca apartado del jóquey. “Este deporte es mi vida y seguirá siendo mi vida siempre. El día que yo falte en este deporte se notará, Joan”. No sé si es cierto, pero verdaderamente el hoquei habrá perdido un amante indiscutible que ha dedicado toda su vida a él.
Terminada la entrevista me dirijo hacia la salida, dejando atrás ese despacho de magia que difícilmente verá nunca más un entrenador como Umbert. Sin embargo, éste levanta la mirada y me dice: “Joan gracias por la entrevista, me ha encantado poder hablar así contigo. Pero, ¿acaso crees que te puedes saltar el entrenamiento? Cámbiate que te espero en la pista”. Sin lugar a dudas, es el mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario