sábado, 22 de noviembre de 2008

Cita con … DON FULGENCIO

“Fue todo culpa de Don Avito”


Nos encontramos en su despacho. Detrás de él se observan los esqueletos. Tiene la casa llena de recuerdos, le pregunto por ellos y de golpe dice: “los recuerdos se mantienen en los objetos” y lo apunta en una libreta, de las muchas que hay sobre la mesa, me mira y pregunta “¿te satisface mi respuesta? La curiosidad nos invade a todos, lo sé”. Sin derecho a replica, me hace sentar en la silla.
Él está leyendo el periódico. Me espero unos segundos y pregunta “¿Vas a proseguir? Si no, ya te puedes ir.” Su descaro me sorprende, y con este recibimiento, no me debería haber impresionado su primera o mejor dicho su segunda respuesta. “Don Avito se había vuelto loco. Tuve que reconducir al pobre chaval para que se encontrara a sí mismo” La primera frase ya era un titular y bastante sorprendente aunque después siguió “Fue todo culpa de Don Avito su obsesión no podía haber acabado de otra manera. Aunque ahora ya es tarde para lamentaciones”. Le recrimino que él siempre le seguía la corriente a Don Avito y no tiene reparos en decirme “¡Mentira! Desde el primer día intenté convencer a Don Avito, diciéndole que Apolodoro debía ir a la escuela y retrasando mis clases”. Y después de insistir me confiesa que él también debía comer. “Sí, es verdad, nunca le dije nada a Don Avito porque creía que podía controlar la situación, además, si desde el principio le hubiera dicho algo a Don Avito, éste se hubiera marchado o le hubiera dado él mismo las clases y yo no tenía ningún cliente más, por así decirlo.” Baja la cabeza como arrepentido y disminuye el volumen. “Cuando intenté solucionar el problema, Apolodoro ya había sufrido demasiado y no pude hacer nada por él”.
Se le nota arrepentido y no es para menos. Sus teorías sobre la inmortalidad le hicieron perder la cabeza a Apolodoro. “¡Oye! ¡Un poco de respeto! Mis teorías son unas; las interpretaciones, otras. Con esta teoría de la inmortalidad, en la que continúo creyendo, intentaba que buscara otra pareja, que no fuera su querida Clarita y encontrara el amor. Eso tan preciado que es el amor” apunta esto último en la libreta y sigue: “Para que no pensara en el suicidio, sino más bien en seguir un camino honorable sin las ideas de su padre. Envuelto de amor”. Se queda satisfecho de él mismo y vuelve a tomar notas en su libreta.
Sin duda, a “Fulge“, el tiempo le ha hecho cambiar de idea, cuando hablaba con Don Avito siempre escondía su faceta cariñosa, la amorosa y también la religiosa. Parecía que se arrepentía de tener mujer y de haberse casado, pero a la vez seguía teniendo un profundo amor por Edelmira, mostrandolo ahora.
Para finalizar la entrevista, le pregunto por su tratado de cocotología y empieza a narrarme una lista de, como él dice, “hechos demostrables” de las pajaritas de papel y seguimos hablando durante un rato, hasta que miro el reloj y decido despedirme de Don Fulgencio, un hombre extraño.


Marcel Gotarra

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