domingo, 23 de noviembre de 2008

ALMUERZO CON... DON AVITO CARRASCAL

"Quince minutos y dos copas de vino"

El domingo 2 de noviembre no fue como todos los domingos. Don Avito Carrascal y yo nos encontramos a las 13.00h en el restaurante “Petit París” de Barcelona, en la Calle París, nº 196. Durante la espera, Carrascal parecía un poco nervioso e inquieto: “Tanta muchedumbre me está provocando dolor de cabeza”. Esto podía deberse a que no lograba evadirse de las conversaciones ajenas y así despejar su mente.

Después de aproximadamente unos quince minutos y de dos copas de vino, nos acomodaron en una mesa poco espaciosa situada junto a la puerta. “¡Cáspita!, aquí parecemos monos de feria, toda persona que entra nos observa. ¡Me siento observado!”, exclamó. Tras la queja, llegó una joven y menuda camarera a entregarnos la carta. “Espero que esta muchacha braqui-morena no sea quien nos tome nota”, susurró con desprecio. Hice como si no lo hubiese escuchado. Diez minutos más tarde ya sabíamos lo que comeríamos. De primero una Omelette de espárragos, para él, y una ensalada variada, para mí. De segundo, lenguado a la plancha y almejas al cava, especialidad de la casa.

Cuando nos tomaron nota, don Avito sonrió y me dijo: “¡Buena elección! Usted también come alimentos con fósforo. Ya veo que le gusta alimentar su cerebro”.

Mientras esperábamos la llegada del segundo plato, Carrascal empezó a explicarme lo alegre que estaba por tener un hijo tan aplicado como Apolodoro y el disgusto que Marina del Valle, su mujer, le ocasionó al quedar en cinta de su hija Rosa, la cual no pretendía convertir en genia. Minutos después, mencionó que su hijo estaba aprendiendo muchas cosas relacionadas con la ciencia y la filosofía, gracias a su amigo y filósofo don Fulgencio Entrambosmares, que hacía de maestro del niño.

Entre tanto, llegó la joven y risueña camarera a pedirnos los postres. Los dos optamos por crêpes con chocolate. Y don Avito pidió una copa de coñac para él.

Entre postre y copa, Carrascal comentó que él era un padre ejemplar y que su proyecto se cumpliría pese a los obstáculos. “Si educas a tu hijo a través de la pedagogía y la sociología, sin ser un ser sentimental, puedes evitar caer en la desdicha del amor.”

Debo remarcar que don Avito no dejó de repetir, una y otra vez, durante todo el almuerzo: “En un genio lo convertiré. Sí, lo lograré”.


Sarai Ramos

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